Ahora vamos con la historia de este manjar de Dioses pero en España.
El origen de la cerveza en España es un tanto impreciso, y como decía, puede remontarse hasta el hombre prehistórico, ya que a lo largo de las ultimas décadas, se han ido encontrando pruebas de que la cerveza ya era consumida en aquellos tiempos, entre los restos de poblados prehistóricos que han ido saliendo a la luz en diferentes excavaciones repartidas por nuestra geografía: Geno (Lérida), Ambrona (Soria), etc. En la hispana romana, también se han encontrado evidencias del consumo de cerveza, en algunos escritos de oradores e historiadores de la época. En aquella época la cerveza era una bebida elaborada artesanalmente a partir del trigo, mezclado con unas serie de hierbas que le daban un sabor austero y que los habitantes de la época llamaban "celia", o "ceria" en honor a la diosa Ceres.
Tras la caída del imperio romano, la cerveza fue considerada como un producto de no muy buena calidad. La escasa (por no decir nula) afición de los musulmanes por beber alcohol contribuyo a que no se mejorara la calidad de la cerveza. En la Edad Media, se vuelve a restablecer la producción de cerveza, y como evidencia de ello podemos encontrar la presencia de lúpulo en la iconografía de la catedral de León, añadida en el siglo XIV. Pero en realidad tuvo que venir alguien desde tierras extranjeras para que la calidad, de lo que hasta entonces era considerado un brebaje, experimentase cierta mejoría. Carlos V fue el verdadero responsable del inicio de la producción profesional de cerveza en España.
Carlos V, era originario de Gante, ciudad que fue testigo de su nacimiento en 1500 en pleno corazón de Flandes. Ya en su adolescencia tuvo que reinar sobre una cantidad de territorios tal, que podía perder la cuenta. Termino siendo de hecho el hombre más poderoso de Europa y del mundo en aquella época. Entre las condiciones que tuvo que cumplir para acceder a la corona se encontraba la necesidad de aprender a hablar castellano y venirse a vivir a Castilla. Esto sin lugar a dudas tuvo que considerarlo como razonable, pero claro, abandonar la buena cerveza de su tierra natal, eso era harina de otro costal. Por este motivo ordeno contratar los servicios de un maestro cervecero centroeuropeo y emprendió la construcción de una fábrica de cerveza en España, la primera de la que se tiene constancia en nuestro país. La fábrica, por cierto, fue construida en la ribera del Manzanares por la calidad de sus aguas, a pesar de que la capital aun no había sido trasladada Madrid, y las cortes se encontraban en Valladolid, la capital del reino en aquellos momentos.
La fábrica se puso en marcha en el año 1537 y fabrico para el rey cerveza que gustaba de tomar helada, para desesperación de sus médicos. Durante los años previos a su muerte, en su retiro en el monasterio de Yuste (Cáceres) en 1558, la fabrica cerro. Y he aquí, el motivo del origen de la primera cerveza de abadía española (estilo belga) que podéis encontrar en los supermercados hoy en día, ya que en honor a este emperador, y su retiro en el monasterio extremeño, el grupo Heineken decidió comercializar Legado de Yuste.
Pero volviendo al siglo XVI, tras el cierre de la fábrica madrileña, solo quedaba en activo una fábrica de cerveza en España, situada en Sevilla. Pero por poco tiempo. El sucesor de Carlos V, su hijo Felipe II mando restablecer la producción de cerveza a orillas del Manzanares (entonces si que Madrid comenzó a ser capital del reino tras el traslado de la capitalidad). El número de grandes fábricas variaba, pero ya nunca más dejaría de existir producción de cerveza en España. Durante el reinado de Felipe IV, comenzaron a darse los privilegios para la elaboración artesanal de cerveza. Hay que tener en cuenta, que en aquella época era necesario en la mayoría de los casos, contar con un permiso o dispensa del propio monarca para poder producir cerveza.
Aunque la cerveza ya había conseguido establecerse de forma definitiva en España, la cerveza que se consumía no era en todos los casos de muy buena calidad, sino más bien todo lo contrario. Las familias mas adineradas y de la nobleza se procuraban vino, por el cual sentían mas atracción, a pesar de que se requiere mucho mas cuidado en su elaboración. Se llegaba a escribir en algún libro de la época que beber cerveza era casi como beber "orines de rocín con tercianas", por su sabor. Quizás un poco exagerado el símil, pero claro, ninguno de nosotros vivió esa época para poder ratificar la veracidad de semejante comparación. A pesar de ello, su consumo se continúo gravando con mayores impuestos durante los siglos subsiguientes, debido a las crecientes dificultades económicas de la corona para mantener tan vasto e inestable imperio. Carlos II, el último monarca de Los Asturias, gravo por primera vez la cerveza en 1679, con el fin de financiar los gastos de su primer casamiento. Y a partir de 1701 la producción de cerveza termino siendo declarada monopolio estatal, para desgracia de tres importantes fábricas cerveceras de Santander, cuya calidad era sensiblemente superior y que a pesar de ello fueron clausuradas.
La producción de cerveza se mantendría durante décadas con varios altibajos hasta el siglo XIX. Sin técnicas de frío, ni los conocimientos necesarios para el proceso de elaboración, es lógico que la gente de la época se inclinase por otras opciones y prefiriese otras bebidas refrescantes, como la horchata levantina o la zarzaparrilla. Si había que beber cerveza, se procuraba mezclar con zumo de limón, para suavizar y disimular el sabor. Imaginad las lamentables condiciones en las que se hallaba la producción y consumo de cerveza en aquel entonces. Pero a mediados del siglo XIX se inicio el cultivo del lúpulo peninsular en gran escala, lo cual influyo notablemente en la producción de cerveza, de tal modo que Madrid disponía ya de seis fábricas por estas fechas. A finales del siglo XIX y principios del XX, la producción rondaba ya los 15 millones de litros y es aquí cuando se produce la verdadera revolución cervecera, y la producción experimenta un gran impulso. Es justamente cuando aparecen las grandes compañías cerveceras españolas.
El consumo evoluciona lenta y positivamente, pero esta tendencia de expansión y crecimiento de nuevo vuelve a interrumpirse durante los primeros años de la postguerra, como consecuencia obvia de la escasez de materias primas y el bajo poder adquisitivo de la población de un país que había quedado destruido por la guerra.
A partir de la década de los sesenta se dispara de nuevo el consumo. La cerveza ya ha logrado alcanzar un status de bebida refrescante y popular extendido por todo el país, y a mediados de los setenta su avance es totalmente imparable, coincidiendo con las transformaciones políticas, económicas y culturales de la sociedad española, hasta llegar a nuestros días, donde España ha llegado al cuarto puesto como país productor de cerveza de la Unión Europea.
El origen de la cerveza en España es un tanto impreciso, y como decía, puede remontarse hasta el hombre prehistórico, ya que a lo largo de las ultimas décadas, se han ido encontrando pruebas de que la cerveza ya era consumida en aquellos tiempos, entre los restos de poblados prehistóricos que han ido saliendo a la luz en diferentes excavaciones repartidas por nuestra geografía: Geno (Lérida), Ambrona (Soria), etc. En la hispana romana, también se han encontrado evidencias del consumo de cerveza, en algunos escritos de oradores e historiadores de la época. En aquella época la cerveza era una bebida elaborada artesanalmente a partir del trigo, mezclado con unas serie de hierbas que le daban un sabor austero y que los habitantes de la época llamaban "celia", o "ceria" en honor a la diosa Ceres.
Tras la caída del imperio romano, la cerveza fue considerada como un producto de no muy buena calidad. La escasa (por no decir nula) afición de los musulmanes por beber alcohol contribuyo a que no se mejorara la calidad de la cerveza. En la Edad Media, se vuelve a restablecer la producción de cerveza, y como evidencia de ello podemos encontrar la presencia de lúpulo en la iconografía de la catedral de León, añadida en el siglo XIV. Pero en realidad tuvo que venir alguien desde tierras extranjeras para que la calidad, de lo que hasta entonces era considerado un brebaje, experimentase cierta mejoría. Carlos V fue el verdadero responsable del inicio de la producción profesional de cerveza en España.
Carlos V, era originario de Gante, ciudad que fue testigo de su nacimiento en 1500 en pleno corazón de Flandes. Ya en su adolescencia tuvo que reinar sobre una cantidad de territorios tal, que podía perder la cuenta. Termino siendo de hecho el hombre más poderoso de Europa y del mundo en aquella época. Entre las condiciones que tuvo que cumplir para acceder a la corona se encontraba la necesidad de aprender a hablar castellano y venirse a vivir a Castilla. Esto sin lugar a dudas tuvo que considerarlo como razonable, pero claro, abandonar la buena cerveza de su tierra natal, eso era harina de otro costal. Por este motivo ordeno contratar los servicios de un maestro cervecero centroeuropeo y emprendió la construcción de una fábrica de cerveza en España, la primera de la que se tiene constancia en nuestro país. La fábrica, por cierto, fue construida en la ribera del Manzanares por la calidad de sus aguas, a pesar de que la capital aun no había sido trasladada Madrid, y las cortes se encontraban en Valladolid, la capital del reino en aquellos momentos.
La fábrica se puso en marcha en el año 1537 y fabrico para el rey cerveza que gustaba de tomar helada, para desesperación de sus médicos. Durante los años previos a su muerte, en su retiro en el monasterio de Yuste (Cáceres) en 1558, la fabrica cerro. Y he aquí, el motivo del origen de la primera cerveza de abadía española (estilo belga) que podéis encontrar en los supermercados hoy en día, ya que en honor a este emperador, y su retiro en el monasterio extremeño, el grupo Heineken decidió comercializar Legado de Yuste.
Pero volviendo al siglo XVI, tras el cierre de la fábrica madrileña, solo quedaba en activo una fábrica de cerveza en España, situada en Sevilla. Pero por poco tiempo. El sucesor de Carlos V, su hijo Felipe II mando restablecer la producción de cerveza a orillas del Manzanares (entonces si que Madrid comenzó a ser capital del reino tras el traslado de la capitalidad). El número de grandes fábricas variaba, pero ya nunca más dejaría de existir producción de cerveza en España. Durante el reinado de Felipe IV, comenzaron a darse los privilegios para la elaboración artesanal de cerveza. Hay que tener en cuenta, que en aquella época era necesario en la mayoría de los casos, contar con un permiso o dispensa del propio monarca para poder producir cerveza.
Aunque la cerveza ya había conseguido establecerse de forma definitiva en España, la cerveza que se consumía no era en todos los casos de muy buena calidad, sino más bien todo lo contrario. Las familias mas adineradas y de la nobleza se procuraban vino, por el cual sentían mas atracción, a pesar de que se requiere mucho mas cuidado en su elaboración. Se llegaba a escribir en algún libro de la época que beber cerveza era casi como beber "orines de rocín con tercianas", por su sabor. Quizás un poco exagerado el símil, pero claro, ninguno de nosotros vivió esa época para poder ratificar la veracidad de semejante comparación. A pesar de ello, su consumo se continúo gravando con mayores impuestos durante los siglos subsiguientes, debido a las crecientes dificultades económicas de la corona para mantener tan vasto e inestable imperio. Carlos II, el último monarca de Los Asturias, gravo por primera vez la cerveza en 1679, con el fin de financiar los gastos de su primer casamiento. Y a partir de 1701 la producción de cerveza termino siendo declarada monopolio estatal, para desgracia de tres importantes fábricas cerveceras de Santander, cuya calidad era sensiblemente superior y que a pesar de ello fueron clausuradas.
La producción de cerveza se mantendría durante décadas con varios altibajos hasta el siglo XIX. Sin técnicas de frío, ni los conocimientos necesarios para el proceso de elaboración, es lógico que la gente de la época se inclinase por otras opciones y prefiriese otras bebidas refrescantes, como la horchata levantina o la zarzaparrilla. Si había que beber cerveza, se procuraba mezclar con zumo de limón, para suavizar y disimular el sabor. Imaginad las lamentables condiciones en las que se hallaba la producción y consumo de cerveza en aquel entonces. Pero a mediados del siglo XIX se inicio el cultivo del lúpulo peninsular en gran escala, lo cual influyo notablemente en la producción de cerveza, de tal modo que Madrid disponía ya de seis fábricas por estas fechas. A finales del siglo XIX y principios del XX, la producción rondaba ya los 15 millones de litros y es aquí cuando se produce la verdadera revolución cervecera, y la producción experimenta un gran impulso. Es justamente cuando aparecen las grandes compañías cerveceras españolas.
El consumo evoluciona lenta y positivamente, pero esta tendencia de expansión y crecimiento de nuevo vuelve a interrumpirse durante los primeros años de la postguerra, como consecuencia obvia de la escasez de materias primas y el bajo poder adquisitivo de la población de un país que había quedado destruido por la guerra.
A partir de la década de los sesenta se dispara de nuevo el consumo. La cerveza ya ha logrado alcanzar un status de bebida refrescante y popular extendido por todo el país, y a mediados de los setenta su avance es totalmente imparable, coincidiendo con las transformaciones políticas, económicas y culturales de la sociedad española, hasta llegar a nuestros días, donde España ha llegado al cuarto puesto como país productor de cerveza de la Unión Europea.
Un saludo y gracias por vuestro tiempo.
Nos vemos en los bares.